domingo, 10 de mayo de 2009

PRIMERA PARTE. LO QUE ES LA NUEVA ECONOMÍA COLECTIVA. 1.-La colectivización en España

La militarada del 19 de julio de 1.936 ha tenido consecuencias de gran alcance para la vida económica de España. La defensa contra los militaristas y el clero era posible solamente con la ayuda del proletariado. La burguesía republicana sola, habría sucumbido. Tuvo que situarse al lado del proletariado. Porque en 1.934, cuando las izquierdas catalanas quisieron oponerse a Madrid sin los trabajadores, y contra anarquistas y sindicalistas, Madrid venció. Los defensores de la autonomía catalana fueron derrotados. Después de esta derrota tomó venganza Madrid. Los gobernantes catalanes, empezando por Companys, fueron condenados a años de presidio. 

Si la pequeña burguesía no quería exponerse esta vez al mismo peligro, tenía que unirse con los anarquistas y sindicalistas. 

Este acto no podía limitarse al terreno político. Los sindicalistas y anarquistas habían hecho malas experiencias con la república burguesa. No era de suponer que se iban a contentar con servir de muralla al golpe clerical-militarista. Estaba descontado que llevarían a cabo una transformación del sistema económico. No querían que perdurase la explotación económica, en la que veían la causa de la opresión política. 

El clero, la camarilla militar y los grandes capitalistas aliados con éstos, conocían este estado de las cosas. Sabían muy bien lo que se jugaba. El triunfo de los militares hubiera tenido por consecuencia la implantación de una dictadura militar, reedición agravada de la dictadura de Primo de Rivera. De haber tomado las cosas este rumbo, no solamente se hubieran salvado a sí mismas las clases privilegiadas, sino que les habrían proporcionado la posibilidad de explotar más aún a los trabajadores en el porvenir. Por este mismo motivo se situaron al lado de los militares conspiradores. 

Los generales eran los actores, los grandes capitalistas movían los hijos en secreto. No salieron de su reserva. En parte, no estaban siquiiera en el lugar de los acontecimientos. Juan March, Francisco Cambó y otros de su clase no se encontraban en España al estallar la militarada. Esperaban el desarrollo de los acontecimientos desde el extranjero. Si hubieran triunfado los militares, sus empresarios habrían vuelto. Pero en Catalunya, como en más de la mitad de España, el golpe de Estado falló. Los financieros empresarios se quedaron el el extranjero. 

También los capitanes de industria, los directores generales y dirigentes de las grandes empresas prefirieron esperar el fin de la lucha armada en el exterior. El 19 de julio, y en los días siguientes, todas las grandes empresas habían sido abandonadas por sus dirigentes. Los directores de los ferrocarriles, de las empresas de transportes en las ciudades, de las compañías navieras, de las grandes fábricas de tejidos y de metalurgia, los dirigentes y delegados de las asociaciones patronales, habían desaparecido todos. La huelga general de los trabajadores, una medida de defensa contra el golpe de Estado militar, paralizó por completo la vida económica durante ocho días. 

Después de haber aniquilado la resistencia de los militares sublevados, las organizaciones proletarias decidieron terminar la huelga. Los sindicatos de la CNT se convencieron pronto de que no se podía reanudar el trabajo bajo las mismas condiciones de antes. La huelga general non había sido una lucha por el salario. No hubo negociaciones sobre jornales más altos o mejores condiciones de trabajo. No había patronos. Los trabajadores no solamente tenían que reanudar su trabajo en los tornos, las locomotoras, los tranvías y los despachos; tenían que encargarse también de la dirección de las fábricas, de los talleres, de las empresas de transporte. Con otras palabras, la dirección de las industrias y de toda la vida económica pasó a manos de los obreros y empleados en ellas ocupados. 

Pero no se puede hablar de socialización o colectivización premeditada. Efectivamente, no había nada preparado, todo había que improvisarlo. Como en todas las revoluciones la práctica precedió a la teoría. Las teorías eran sobrepasadas y alteradas por la realidad. Los partidarios de la idea de que se pueden realizar adelantos sociales por la vía de transformación pacífica, estaban tan equivocados como los que pensaban poder crear en el acto y por un golpe de fuerza todo un nuevo sistema social y económico en el momento y sólo con el poder político caiga en manos de los trabajadores. La realidad ha probado que ambas suposiciones eran igualmente falsas. Ha probado que era acertado el tener que romper el poder oficial militar y policiaco del estado capitalista para abrir el camino a las nuevas formas de la vida social. Ha demostrado que era acertado también que los creadores de estas nuevas formas de vida han de prepararse para su misión en teoría y práctica, en el programa y la organización. En cada teoría social hay una buena parte de utopía. Y está bien que sea así; de otro modo, no habría creación. Han de existir ideas, conceptos, comprensiones concretas sobre el camino a emprender. 

Los anarquistas y sindicalistas de España tenían una doctrina bien definida, mientras los marxistas, en cuanto a la socialización, defienden el concepto de que el Estado ha de encargarse de la economía, las industrias han de ser estatalizadas. Los anarquistas, en cambio, opinan que la socialización ha de empezar por los trabajadores, en los talleres, las fábricas, en todas las actividades de la vida económica. Este camino conduce de abajo para arriba, de la periferia hacia el centro; el marxista, por el contrario, de arriba para abajo, del Estado al pueblo. 

En España, sobre todo en Catalunya, el proceso de socialización empezó bajo la forma segunda, como colectivización. Esta colectivización no hay que entenderla como la realización de un programa preconcebido. Vino espontáneamente. Sin embargo, no se puede ocultar la influencia de las enseñanzas anarquistas en este proceso. Desde hace decenios los anarquistas y sindicalistas de España consideran la transformación social de la sociedad como su fin primordial. En las asambleas de sus sindicatos y grupos, en los periódicos, folletos y libros, se discutía continuamente y de una manera sistemática el problema de la revolución social. 

¿Qué es lo que ha de hacerse al día siguiente del triunfo del proletariado? Hay que derribar el aparato del poder estatal. Los trabajadores han de encargarse ellos mismos de la dirección de las empresas, administradas ellos mismos; los sindicatos han de controlar la vida económica. Las federaciones locales han de regular el consumo. Estas eran las ideas anarcosindicalistas. Estas ideas las aceptó también la FAI. En sus conferencias y en sus congresos ha deffendido siempre la tesis de que la vida económica ha de ser regida por los sindicatos. 

Si se compara el curso de los acontecimientos  en Barcelona y en muchas otras poblaciones de Catalunya y España, se ve que la práctica se ha regido mucho según estas teorías. El poder público ejecutivo pasó a los sindicatos anarcosindicalistas, a los partidos políticos del proletariado y de la pequeña burguesía. 

El Comité de Milicias Antifascistas era el órgano superior, en el que estaban unidos la Esquerra Republicana de Catalunya, los autonomistas catalanes, la Unió de Rabassaires, la CNT y la FAI, los partidos socialistas unificados (PSUC) y el Partido de Unificación Marxista. Los anarquistas y sindicalistas hubieran podido, en las primeras semanas después del 19 de julio, encargarse ellos solos del poder público. No lo hicieron; renunciaron a ello. El gobierno catalán llevaba una existencia sólo aparente. El Parlamento no volvió a reunirse. Dos meses y medio más tarde desapareció el gobierno por completo. El 28 de septiembre se reunió un Consejo nuevo, compuesto por todas las organizaciones antifascistas que habían reprimido el golpe de Estado militarista. 

Estas eran las alteraciones en el terreno político. En el terreno económico, los sindicatos obraron solos. Después del 19 de julio de 1.936, los sindicatos de la CNT se encargaron de la producción y distribución de los alimentos. Los siindicatos cuidaron ante todo de dar solución al problema más apremiante, que era el aprovisionamiento de víveres a la población. Se abrieron comedores populares en todas las barriadas, en los locales de los sindicatosd. Los comités de abastos, creados al efecto, retiraron víveres de los almacenes al por mayor de la ciudad y también del campo. 

El pago se hizo mediante bonos, avalados por los sindicatos. Todos los afiliados a los sindicatos, las mujeres e hijos de los milicianos y también a los sindicatos, las mujeres e hijos de los milicianos y también la población en general recibieron comida gratuitamente. Durante los días de la huelga, los trabajadores no cobraron. El Comité de las Milícies Antifeixistes acordó abonar los jornales de los días de huelga a los obreros y empleados. La economía sin moneda de los antifascistas duró unas dos semanas. Cuando luego se reanudó el trabajo y reemprendió su curso la vida económica, se volvió a la economía con dinero. Transcurridas unas semanas, incluso la bencina para los coches había que pagarla otra vez. Pero los sindicatos siguen controlando el consumo de benzina como entonces. 

La primera fase de la colectivización comenzó al encargarse los trabajadores de las empresas. En cada taller, en cada fábrica, en los despachos, almacenes y tiendas se nombraron delegados sindicales que tomaron a su cargo la dirección. Muchas veces estos directores no tenían preparación teórica alguna y sólo pocos conocimientos de economía nacional. Pero sentían profundamente sus propias necesidades y comprendían las exigencias de la hora. El problema de los salarios, de los precios, de los productos; la relación de todos estos factores entre ellos no había sido nunca investigada científicamente por ellos. 

No eran marxistas ni proudhonistas. Pero entendían su oficio, conocían el proceso de producción de su industria y supieron espabilarse. Si no había pedidos, los ayudaba su ingenio. 

En algunas fábricas de tejidos fabricaban pañuelos de seda rojinegros con inscripciones antifascistas estampadas y los lanzaron al comercio. 

"¿Cómo calcularon el precio?¿Cómo fijaron el margen de beneficio?", preguntó un periodista marxista extranjero. 

"De margen de beneficio no entiendo nada -contestó el obrero-. Miramos en los libros para saber lo que valía la materia prima, calculamos los gastos corrientes, añadimos un sobrecargo como reserva, pusimos en cuenta los jornales y otro sobrecargo del diez por ciento para las Milicias Antifascistas, y eso era el precio."

Los pañuelos se lanzaron al mercado a un precio inferior al que habría podido hacerse antes; los jornales de los trabajadores eran más altos; el margen de beneficio capitalista fue en provecho de la lucha contra el fascismo. De este modo se realizó el traspaso de la dirección en la mayoría de las empresas. El patrono quedó excluido si se oponía al nuevo rumbo de los acontecimientos. Quedó acoplado, si aceptaba el cambio. Seguía trabajando como dirigente técnico o comercial, a veces como obrero, y percibía salario como los obreros o técnicos de su oficio. Este proceso y este cambio eran relativamente sencillos. 

Las dificultades aparecieron después. Pronto se acabaron las materias primas. En los primeros días después de la revolución fueron requisadas. Luego había que pagarlas o ponerlas en cuenta. 

Del extranjero venían pocas materias primas. Empezaron a aumentar los precios de estos materiales y por consiguiente también el de los productos elaborados. Fueron aumentados los jornales. Pero esta media no era general. En algunas industrias el aumento era considerable. En la primera fase de la colectivización, los jornales de los obreros y empleados eran diferentes hasta dentro de la misma industria. 

De limitarse la colectivización solamente a la abolición de los privilegios de unos cuantos patronos, o a la eliminación del beneficio patronal en una sociedad anónima, los trabajadores pasaron a ser los usufructuarios, reemplazando sencillamente a los propietarios anteriores. Este cambio era un arreglo más justo que hasta entonces, porque los trabajadores cobraban ahora efectivamente el fruto de su trabajo. Pero no era socialista ni comunista este sistema. En lugar de un capitalista hubo una especie de capitalismo colectivo. 

Mientras antes había un solo propietario en una fábrica o en un café, pasaron a ser ahora los propietarios colectivos los trabajadores de la fábrica o los dependientes del café. Los dependientes de un café con marcha floreciente tenían mayores ingresos que los de un establecimiento menos afortunado (1). La colectivización no podía pararse en España en esta fase. Este era el sentir de todos. Los sindicatos se decidieron a encargarse ellos mismos del control de las empresas. Los sindicatos de industria se transformaron en empresas industriales. 

El sindicato del ramo de la construcción de Barcelona se encargó de los trabajos en todas las obras en construcción de la ciudad. El ramo de peluquería se colectivizó. En cada peluquería hay un delegado sindical, que libra semanalmente todos los ingresos al Comité Económico del sindicato. Los gastos de todas las peluquerías son pagados por el sindicato, incluso los salarios. Los sindicatos de los trabajadores han reemplazado al sindicato patronal. La justicia social se logró dentro de algunos ramos. Pero algunas industrias van mejor que otras. Hay ramos más pobres y más ricos, jornales más altos y más bajos. Tampoco puede pararse el proceso de colectivización en esta fase. 

En la Federación Local de los Sindicatos de Barcelona (CNT) se está discutiendo la constitución de un Comité de enlace; éste ha de abarcar todos los comités económicos de todos los sindicatos; los fondos han de concentrarse en un solo lugar, una sola caja de compensación ha de procurar la distribución equitativa. En algunas industrias existen estos comités de enlace y las cajas de compensación ya desde el principio. La Compañía de Autobuses de Barcelona, dirigida por los trabajadores, prospera y obtiene superávit. Parte de éste se destina a un fondo de reserva para poder comprar materias primas en el extranjero, y el resto se emplea para socorrer a la Compañía de Tranvías, que no trabaja con tanto beneficio. Empresas completamente irrentables, como el funicular que va de Montjuïc al puerto de Barcelona, se paralizarán, por razones económicas, durante el invierno. 

Cuando empezó a escasear la benzina quedaron parados cuatro mil chóferes de taxis; el sindicato hubo de pagarles su jornal. Fue una carga pesada para el Sindicato de Transportes. Se vio forzado a pedir ayuda a otros sindicatos y al Ayuntamiento de Barcelona. La industria textil tenía pocas materias primas. Se limitó el trabajo; en algunas fábricas sólo se trabajó tres días semanales. Pero había que pagar a los obreros. Como los trabajadores del ramo fabril y textil no disponían de medios suficientes, tuvo que ayudarles la Generalitat. El proceso de colectivización no puede pararse en esta fase. Los sindicalistas reclaman la socialización. Socialización no quiere decir para ellos nacionalización, traspaso de la economía al Estado. La socialización ha de ser una generalización de las colectivizaciones. La reunión de los fondos de todos los sindicatos en una caja central, una concentración en el marco de la Federación Local que se transformaría en una especie de empresa económica colectiva. Sería una socialización desde abajo, o sea desde las empresas de los trabajadores a la colectividad entera. Sin organizaciones obreras no hay socialización. 

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1.- En esta fase se paró también la colectivización Rusia. André Gide describe esto en su libro "Retour de URSS" de la siguiente manera: "Visitamos un koljós modelo cerca de Sujum. Existe hace seis años. Durante el primer tiempo hubo de luchar duramente, pero hoy es uno de los mejores. Lo llaman el millonario. Todo respira bienestar. Este koljós se extiende sobre un vasto terreno. Favorecida por el clima, la vegetación es abundante. Cada casita, construida de madera, se eleva sobre un zócalo de piedra, pintoresca, encantadora. Está rodeada de un espacioso huerto con árboles frutales, verduras y flores. Este koljós logró producir un beneficio importante, que le permitió acumular reservas considerables. Pudo aumentarse el jornal a quince rublos diarios. ¿Cómo se calculó este aumento? Pues de la misma manera como se fijan los dividendos de los accionistas, como si el koljós fuera una empresa capitalista. Subsiste este adelanto: en la URSS no existe ya la explotación de la gran masa en provecho de pocos. Los trabajadores mismos, es decir, los del koljós, se reparten la ganancia entre ellos, sin dar nada al Estado. (Así por lo menos me lo explicaron repetidas veces.) Sobre esto no habría que decir nada si no existieran también koljoses, más pobres, que no pueden sostenerse bien. Si lo he entendido bien, cada koljós tiene su autonomía, y no hay rastro de una ayuda mutua. ¿Quizá me equivoco? Me gustaría haberme equivocado."
La colectivización agrícola parece estar todavía en su período inicial en Rusia. No han llegado todavía a la socialización. (Ver André Gide: "Regreso de la URSS"). (N.d.A.)

II 

Se hablaba poco de expropiación. Se comprendía que esto es un concepto negativo que expresa la abolición de una forma de la propiedad, pero que no dice nada sobre la forma de la nueva organización. La formulación marxista: expropiación de los expropiadores, es poco conocida en España. El colectivismo, en cambio, tiene tradiciones arraigadas; existía en su forma antigua ya antes del movimiento proletario moderno. 

En la Primera Internacional resucitó. Contrariamente a diversos países con tradiciones del derecho romano, la forma de explotación del feudalismo en España consistía menos en el derecho de la propiedad particular del suelo que en el usufructo de los productos de la tierra. Esta forma subsistía en parte hasta el momento de estallar la revolución. Bajo el sistema arrendatario de la rabassa en Catalunya, los campesinos tenían que pagar el arriendo en forma de productos agrícolas. 

La cantidad de arriendo que se debía pagar a los propietarios condujo en el año 1.934 a un serio conflicto entre Catalunya y Madrid. Madrid pretendió el derecho de nombrar los jueces que debían decidir sobre las demandas de los propietarios de la tierra. Los pequeños agricultores se ampararon en los anhelos de autonomía de Catalunya. 

La lucha por la independencia política de Catalunya tiene un aspecto económico. Los grandes propietarios se solidarizaron con Madrid. Pero no solamente en Catalunya; en todas las regiones de España subsisten las tradiciones del colectivismo. Después de derribar la fuerza de los generales, se sentía por doquier en el campo el anhelo de colectivizar las grandes propiedades existentes. Las organizaciones sindicalistas y los grupos anarquistas iban a la cabeza de estos esfuerzos de colectivización. Quedaron fieles a sus tradiciones. En el congreso de la CNT en Madrid en junio de 1.931 la colectivización de la tierra fue designada como uno de los fines más importantes de los trabajadores rurales. Los acuerdos tomados por el congreso marcan claramente el camino que fue seguido por los trabajadores del campo de julio y agosto de 1.936. En la resolución se pide: 

"a) Expropiación sin indemnización de todos los latifundios, dehesas, cotos de caza y extensiones roturables, declarándolos propiedad social. Anulación de los actuales contratos de tributación al propietario, por otros que fijarán los sindicatos en armonía a las necesidades de cada localidad. 

b) Confiscación del ganado de reserva, semillas, aperos de labranza y maquinaria que se halla en poder de los terratenientes expropiados. 

c) Entrega proporcional y gratuita en usufructo de dichos terrenos y efectos a los sindicatos de campesinos para la explotación y administración directa y colectiva de las mismas. 

d) Abolición de contribuciones, impuestos territoriales, deudas y cargas hipotecarias que pesan sobre las propiedades que constituyen el medio de vida de su dueño y son cultivadas directamente por ellos sin intervención continuada ni explotación de otros trabajadores. 

e) Supresión de la renta en dinero o en especie que los pequeños arrendatarios (rabassaires, colonos, arrendatarios forales, etc.), se ven obligados actualmente  a satisfacer a los grandes terratenientes y los intermediarios dedicados al subarriendo. 

La preparación constructiva de los campesinos de acuerdo con nuestros principios es la misión más importante y más difícil del sindicalismo en el campo. La más importante porque, sin ella, no puede ser viable el desarrollo consecuente de la revolución social. 

La más difícil, por ser muy numerosos los obstáculos tradicionales y subjetivos, atraso cultural, instinto de propietarismo e individualismo egocéntrico, que dificulta la captación de las masas campesinas para fines colectivistas. 

El movimiento sindicalista campesino puede y debe vencer estos obstáculos mediante una propaganda clara, amplia y tenaz de sus fines ideológicos y una labor educativa y sindical que desarrolle en los trabajadores del campo hábitos de solidaridad colectiva y los predisponga y capacite para colaborar sin reservas y en interés propio en la implantación del régimen colectivista o comunista libertario. 

El Congreso declara que la socialización de la tierra y todos los medios e instrumentos que cooperan en la producción agraria, así como su cultivo, uso y administración por los sindicatos agrícolas de productores federados, es condición primordial para la organización de una economía que asegure a la colectividad laboriosa el goce del producto íntegro de su trabajo."

La colectivización de la tierra tomó otros rumbos en España que en Rusia. Todas las propiedades de los grandes terratenientes fueron colectivizadas dentro de una comuna. Estos últimos eran partidarios de los militaristas clericales y combatían contra el pueblo. Los propietarios que aceptaron la transformación económica, seguían trabajando en el sindicato. Se pusieron a la cabeza de la colectivización. También los exportadores se adhirieron al sindicato; en muchos lugares también los pequeños propietarios. La tierra es trabajada por los campesinos colectivamente; todos los productos se entregan al sindicato. Este paga los jornales y vende los productos. Los pequeños propietarios que no querían adherirse a la colectividad quedaron fuera del sindicato. 

Estos han de luchar luego duramente por su existencia. No se les obliga a nada, pero tampoco pueden disfrutar de las facilidades económicas. En el sindicato, en cambio, se organiza el trabajo de una manera racional. Allí rige el principio: todos para uno, uno para todos. 

Pero el pequeño propietario queda fuera de la comuna. En la distribución de las herramientas agrícolas, de los víveres, etc., el pequeño propietario es el último. (1)

La vida de los trabajadores rurales ha mejorado con la colectivización del trabajo y la regulación nueva del consumo en le sentido económico; políticamente es libre ahora. El campesino ha podido guardar sus costumbres, sus libertades individuales no han sufrido merma. Nada de convivir en edificios grandes; nada de cocinas colectivas. Pero el espíritu de la propiedad, el "demonio de la posesión", que precisamente en el campo llegaba a extremos de craso egoísmo, ha sido aniquilado. (2)

El sindicato agrícola es hoy una empresa económica. Se ocupa de la limpieza y el embalaje de los frutos destinados a ser expedidos. El sindicato paga a los obreros. En algunas comunas casi toda la vida económica está en manos del sindicato. El sindicato nombró diversos comités para la organización del trabajo, para el consumo, la distribución, la defensa contra el fascismo. Cafés y cines, caso de que los haya, están bajo el sindicato. 

En las poblaciones pequeñas tampoco hay diferencias entre los diversos oficios y sindicatos. Todos están unidos en la federación local. Este es el verdadero nervio de vida económica y al mismo tiempo el centro político y cultural de la población. 

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1. - Tuve ocasión de asistir a una asamblea de un sindicato agrícola en la provincia de Valencia. Los pequeños propietarios estaban igualmente representados. Se quejaron de que les faltaba esto y aquello. Una comisión dio cuenta del plan de mejoras en el cultivo de la tierra. Era muy instructivo poder observar cómo los campesinos completaron las proposiciones de la comisión con sus experiencias. (N.d.A.)

2. - Una pequeña aventura. Durante un viaje por las plantaciones de naranjas, un compañero de viaje, extranjero, quiso comprar algunas naranjas. "No vendemos", dijeron los campesinos, ocupados en la recolecta de las naranjas. "¿Pero no es posible obtener naranjas aquí?" "Tantas como quieras, pero no con dinero." Y los campesinos nos trajeron un saco con 50 kilogramos de naranjas gratuitamente. Todos los intentos, ofreciéndoles el equivalente de ellas, fueron inútiles. "Cuando vayamos a Barcelona, nos podréis dar de lo que os sobra a vosotros..." (N.d.A.)

III

En Barcelona la victoria  sobre el fascismo tuvo el efecto de una liberación de un yugo pesado. Todos se alegraron de la libertad recuperada. 

Pero muchos creían que para ellos empezaba una época de laissez faire, en que podrían hacer lo que les diera la gana; las fábricas, los talleres y almacenes cuyos propietarios eran fascistas, estaban abandonados. Los sin trabajo se precipitaron sobre la venta ambulante. Esta se extendió como una epidemia. Todas las arterias de la capital quedaron inundadas por los géneros, que se vendían en las aceras y hasta en medio de la carretera. 

Toda la ciudad tuvo una fisonomía nueva. Para los propietarios de las tiendas, el comercio callejero significó una gran competencia. Pero pronto encontraron remedio. Ellos, a su vez, colocaron vendedores, que ofrecieron sus mercancías en plena calle. El sindicato de vendedores ambulantes adquirió tamaño gigantesco. 

Algunos cientos se convirtieron en muchos miles. A la venta ambulante sólo se podía dedicar quien poseía el carné de su sindicato. 

El sindicato de la CNT tuvo responsabilidad. Acordó no admitir más afiliados. Entonces los vendedores callejeros formaron un sindicato de la UGT. En éste podían entrar todos los que no fueron admitidos en el sindicato de la CNT. Al exceso de comercio ambulante se le añadió la competencia de dos organizaciones. 

El asunto fue llevado ante la Federación local de la CNT. Esta decidió poner coto al incremento del comercio ambulante. 

Sólo se admitió una limitada cantidad de vendedores ambulantes, asignándoles ciertos lugares de la ciudad a este efecto. El acuerdo sindical tuvo el efecto de un decreto. Miles de vendedores ambulantes desaparecieron en un día de las calles de Barcelona. 

Esta era una fase del desenvolvimiento, que tuvo cierta importancia para el aspecto de la capital de Catalunya. La intervención de los sindicatos tuvo una importancia decisiva. Ella fijó el transcurso y ritmo del proceso, ella regula la vida económica de la ciudad; no solamente controla a los trabajadores en las fábricas, sino hasta a los vendedores ambulantes. 

IV

En un ramo no se realizó la colectivización: en la banca. Por razones fáciles de comprender. La colectivización no se hace por decreto desde arriba, sino por la intervención de los obreros y empleados en cada empresa. 

¿Por qué no se colectivizaron los bancos? Los dependientes bancarios estaban poco organizados. Existían dos sindicatos bancarios, uno CNT y otro UGT; este último, mayoritario, era contrario a la colectivización y propugnaba la estatalización. 

La socialización debe realizarse, según su doctrina, por decretos gubernamentales. El gobierno no decretó la colectivización de los bancos. Así, los dependientes bancarios, en mayoría, no sabían lo que debían hacer. La colectivización no se llevó a cabo. 

La minoría CNT no logró que se aceptaran las ideas de las transformaciones económicas y financieras de la sociedad. 

Una colectivización o socialización de los bancos hubiera dado, sin duda, un curso diferente al desenvolvimiento. La riqueza de los bancos no consiste en maquinaria y herramientas, sino en medios de circulación, valores nominales, dinero. La incautación de las cuentas bancarias hubiera hecho posible una centralización y distribución de los medios financieros existentes, y con eso una economía dirigida. Un centro ordenador hubiera intervenido en el proceso. 

Con la colaboración de los representantes de los sindicatos industriales, los empleados de la banca hubieran podido elaborar un programa de ayuda financiera a las empresas de importancia vital. 

Las instituciones de finanzas hubieran podido ponerse inmediatamente al servicio de la colectivización. 

La colectivización no se hubiera parado, hubiera abarcado toda la vida económica. El proceso de colectivización es comparable con la construcción de una obra; se traen piedras de muchos lados, edificios pequeños se construyen cada uno por sí. De acoplarse en seguida los bancos, la realización del programa previsto se hubiera hecho de una manera arquitectónica. No fue así, ser perdió tiempo. 

Pero la pérdida en un lado, era ganancia en otro. No se pusieron límites a la iniciativa particular. 

Al cabo de siete meses de experiencias, los sindicatos llegaron al convencimiento de que era necesario coordinar el esfuerzo de las empresas colectivizadas en las diversas industrias. Se basaron en experiencias hechas. Las direcciones centrales que se están creando ahora no necesitan ya nombrar órganos inferiores; éstos ya existen. La bóveda de la colectivización se funda sobre cimientos sólidos, fuertemente arraigados en los sindicatos industriales, en las secciones profesionales, en las empresas y en los mismos talleres. En eso se basa la fuerza de la colectivización en España. 

V

En el desenvolvimiento de la colectivización encontramos la misma característica que en el desenvolvimiento político. Negativa a todos los esfuerzos totalitarios. Si bien los sindicatos reclamaron su influencia en la distribución y abastecimiento de víveres, no querían monopolizar éstos. El sindicato del ramo de la Alimentación se encargó de las panaderías (no existen grandes fábricas de pan en Barcelona). También existen hornos pequeños. Estos siguen trabajando por su propia cuenta, como antes. El transporte de leche desde el campo a las ciudades está en manos de los sindicatos. Estos proveen a la mayoría de las lecherías. Los sindicatos del ramo de Alimentación controlan las granjas rurales y colaboran con las fincas colectivizadas y los sindicatos agrícolas. 

La restricción de la importación de leche condensada tuvo por consecuencia la escasez de leche. El sindicato del ramo de Alimentación compró leche condensada en el extranjero y resolvió este problema en Barcelona. En Rusia quedaron cerradas las tiendas durante el primer período de la revolución. Esto no sucedió en España. El comercio al por mayor pasó a manos de los sindicatos. El comercio al por menor adquiere sus mercancías del sindicato. Los precios al detalle fueron fijados a los comerciantes. Se unificó y controló el comercio interior. Al frente del "monopolio" estaba la Consejería de Abastos. 

El fin era organizar de una manera uniforme todo el abastecimiento con víveres de Catalunya, para aprovisionar todas las poblaciones. Se fijaron precios unificados en las comunas colectivizadas, en los sindicatos de pescadores y en otras industrias de alimentación de acuerdo con el organismo distribuidor. El fin perseguido por esta política económica era impedir el encarecimiento de los víveres. Se iba a acabar con la especulación y la usura. 

Pero a mediados de diciembre fue interrumpida bruscamente esta política. El 16 de diciembre se hizo una transformación en el Consejo de la Generalitat. Los comunistas consiguieron la separación del POUM (Partido de Unificación Marxista) del Consejo. En el nuevo Consejo, Comorera se encargó de Abastos. Es afiliado al Partido Socialista Unificado (ala de Moscú). Doménech, representante de la CNT, recibió otro cargo. Comorera quitó el monopolio de Abastos. Volvió a introducir el comercio libre. Con esto se dio paso libre al aumento de los precios. El proceso de colectivización quedó interrumpido en este terreno. Una especie de NEP en pequeño. 

En Catalunya, el desenvolvimiento se desarrolla con más rapidez que en Rusia. Para lo que allí necesitaban años, aquí se realiza en meses. Pero con el nuevo rumbo de la NEP catalana no ha quedado terminado el desenvolvimiento. La población trabajadora no quiere detenerse ni recular. El colectivismo no puede exterminarse en España. El desenvolvimiento de la sociedad va por ese camino. Tampoco la guerra puede obstruir este proceso. 

VI

Describimos en este libro, sistemáticamente, el curso de la colectivización en cada una de sus fases e industrias. Demostramos con documentos en la mano, cómo los trabajadores tomaron a su cargo las empresas y las llevaron adelante. Intentamos también comprobar los resultados de la colectivización. ¿Tiene la colectivización una influencia favorable o desfavorable sobre la producción? Esta pregunta no hace falta contestarla hoy teóricamente. Tenemos a la vista ya los resultados de muchas empresas. También consultamos la opinión subjetiva de numerosos trabajadores. Si están contentos, trabajan con más ganas. 

Si se sienten como colaboradores responsables, tienen más interés por la producción. En el ramo de los transportes, las ventajas de la colectivización saltan a la vista. A pesar del aumento general de los precios, las tarifas de los medios de transporte no han sufrido aumento en Barcelona. Y sin embargo, los jornales de los trabajadores en las empresas de transporte no son más bajos. No se descuida el aseo y estética de los vehículos: tranvías pintados de nuevo, nuevos autobuses se ven en las calles. Todos los taxis han sido renovados. No tan bien va la industria textil. 

La escasez de materias primas hace que en muchas fábricas pueda trabajarse solamente dos a tres días por semana; pero se pagan los jornales para cuatro días. La prolongación de este estado de cosas debilita las empresas. Cuatro jornales semanales son insuficientes. Esto no es consecuencia de las colectivizaciones, sino de la guerra. 

La industria textil catalana ha perdido sus principales mercados de venta. Parte de Andalucía, Extremadura, Castilla la Vieja, todo el Norte de España con sus distritos industriales densamente poblados, Asturias, están fuera de alcance o en manos de los fascistas. 

No se han encontrado nuevos mercados. Esto ha conducido a la crisis en la industria textil (1). La colectivización de la agricultura e industria abre una nueva fase en el movimiento proletario: nos conduce a la modificación estructural de la sociedad. Aún es pronto para juzgar de manera definitiva este desarrollo, que constituye uno de los fenómenos más interesantes de nuestros días. La colectivización enseña nuevas perspectivas, nos lleva por caminos nuevos. En Rusia, la revolución tomó el camino de la estatalización. En Italia y Alemania el fascismo pone sus esperanzas en la idea del Estado Corporativo. 

También en los países democráticos creen encontrar la solución de la crisis económica actual en una estructuración nueva de las bases políticas y económicas de la sociedad. En América, Roosevelt va por caminos nuevos; en Bélgica propone De Man un socialismo parcial. 

En Francia hay teóricos democráticos, que se apoyan en la idea corporativa. Se recomienda la adopción de un sistema electoral colectivo, que debe añadirse al sistema electoral individual; introducción de un Parlamento económico al lado del Parlamento político. 

El ciudadano no solamente debe tener su representación como consumidor: el trabajador debe tener también su representación como productor, la representación de su profesión en el Estado y en la organización nacional de su país. En estas innovaciones ven la salida de la crisis política, económica y espiritual, el saneamiento de la vida social. En España no se han elaborado teorías nuevas; el mismo pueblo, los campesinos, los trabajadores en las ciudades, han tomado en sus manos la tierra y los medios de producción. 

Con grandes esfuerzos, tentando y equivocándose a veces, pero siempre adelantando, se esfuerzan en construir un sistema más justo de la sociedad, en el que los frutos de su trabajo los recogen los mismos trabajadores. 

Este es el sentido de la colectivización en España. Esto hay que tenerlo en cuenta al leer este libro. 

A. Souchy.

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1.- Durante el primer mes de 1.937 la situación ha mejorado algo. Se trabaja para material de guerra. En Sabadell, un centro de la industria textil, con 60.000 habitantes, se trabaja normalmente ahora en Barcelona se trabaja aún con restricciones en algunas fábricas de hiladuras. (N.d.A.)



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