viernes, 15 de mayo de 2009

2. FRAGA


Otro pequeño pueblo, desprovisto de riquezas y confort. A la entrada de la carretera Barcelona-Zaragoza-Madrid, en el país aragonés, en la pendiente de una de esas colinas que se encuentran en toda esta región, Fraga, pueblecito de 9.000 habitantes, centro de una provincia de Aragón, da la impresión de una gran ciudad de calles mal empedradas, de viejas y pobres casucas. De estas casucas salen obreros sencillos, simpáticos; las calles están llenas de vida, el pueblo en otra ocasión inanimado, está hoy día en plena actividad. 

Y es que allí también, aquellos que siempre fueron explotados, trabajando sin descanso para morir de hambre, estos trabajadores de la tierra y de los talleres han tomado en sus manos su propio destino. Esto no fue difícil, pues apenas llegaron las primeras noticias del levantamiento militar y de la reacción del pueblo, los pocos facciosos activos que existían, desaparecieron rápidamente. Otros, en cambio, antiguos explotadores del régimen, propietarios de algunas casas o almacenes, o simpatizantes de la explotación capitalista, prefirieron quedarse y aceptar la vida nueva, introducida por los obreros del pueblo. 

Los labradores siguen todos a la CNT y la FAI. No existe ningún otro grupo en el pueblo, ni partidos políticos, ni UGT, salvo una pequeña oficina de Esquerra Catalana, en donde figuran los pequeños burgueses, apenas algunas docenas. Siguen a la CNT un millar de obreros, todos los que son conscientes de las cuestiones sociales. Una sola federación agrupa a todos los sindicatos. Eso por una razón muy simple. La casi totalidad de los habitantes de Fraga se ocupa en el trabajo agrícola. Aparte se cuentan los pocos talleres indispensables para la vida de 9.000 hombres: una herrería, un cordonero, un carpintero, etc. Estos pocos obreros de los talleres, cuya vida y todas las condiciones de trabajo están tan estrechamente ligadas a la agricultura de la región, se han juntado actualmente al Sindicato de los trabajadores agrícolas. Sin embargo, este Sindicato está muy lejos de ser la agrupación sindical tal cual se conoce en no importa qué país capitalista. 

No es únicamente sindicato en el sentido estrecho de la palabra, sino al mismo tiempo empresa colectivizada. Todos los miembros del Sindicato son miembros de una colectividad de trabajo. El resultado de su labor pasa al Sindicato, que distribuye entre todos lo que necesitan para vivir. El cuarenta por ciento de todas las tierras de la aglomeración, son explotadas por esta colectividad. El ingreso es libre, pero a aquellos que quieran trabajar sus tierras individualmente, cualquiera que haya sido la importancia de su propiedad, se les concede la justa para ser explotada por los miembros de la familia, sin ayuda de otro obrero asalariado. Una lista ingeniosa establece el número de animales que deben formar el inventario de estas familias individuales: las cifras son diferentes si se trata de las tierras más fértiles del valle o aquellas más duras de las colinas. Si se trata de campos de trigo o de jardinería (el cultivo de higos es particularmente importante en la región), todo ha sido previsto para que el reparto sea equitativo y que las condiciones sean las mismas para todos. El salario familiar forma el otro aspecto de este reparto. Si el trabajo es igual para todo el mundo, el nivel de vida no lo es menos. El producto de su propio trabajo: trigo, frutas, olivas, etc., está disponible libremente. Para el resto de sus necesidades, cada familia percibe una cantidad semanal que aumenta según el número de miembros de la familia y según el número de trabajadores adultos. 

Esta suma no se percibe en billetes del Banco de España, por la simple razón de que serían inútiles, pues no tienen ningún valor en la circulación fiduciaria del pueblo. Pequeñas fichas impresas por el Sindicato, de un valor nominal que varía entre diez céntimos y veinticinco pesetas, sirven de bonos de compra. Estas fichas solamente serán aceptadas por el peluquero, el cordonero y la oficina de distribución de los productos alimenticios, importante en la villa. 

Un viajero que quiera pernoctar o permanecer en Fraga, debe ir al Comité para cambiar su moneda de la República Española contra bonos locales. Igualmente, si un habitante quiere abandonar la ciudad, debe dirigirse también al Comité, indicando el motivo de su viaje y la suma que necesita; el Comité le cambia entonces sus bonos locales contra billetes españoles. Asimismo, si el Comité concentra así entre sus manos el comercio exterior de la villa, si vende los productos y efectúa las compras en la medida de las disponibilidades y necesidades del pueblo, no trata todos sus negocios a base de dinero. Para las necesidades más importantes, ensaya el procedimiento del cambio directo. Se cargan algunos camiones de productos locales, especialmente trigo, maíz y frutas, y se envían a las regiones que los necesitan para su consumo. 

Allí se cambian a los comités o sindicatos contra los productos que hay en abundancia y de los que se carece en Fraga. El Sindicato de Trabajadores de Fraga actúa así no solamente como organización obrera corporativa en el cuadro del trabajo colectivo, sino que es igualmente el organizador de todo el aprovisionamiento del pueblo y de todo el consumo. Pero esta Federación local de la CNT tiene otros cargos aún. Ella se ocupa de toda la administración de la villa. 

En colaboración con la Comisión de Reparto de las tierras agrícolas, cuya actividad hemos relatado más arriba, funciona otra comisión encargada de repartir equitativamente los alquileres. 

Nadie puede conservar la propiedad de varios inmuebles o más generalmente, ocupar más sitio del que le corresponde por razón de la importancia de su familia. La Comisión inspecciona prudentemente este reparto para obtener así la mayor equidad. El Sindicato se encarga asimismo de la vida cultural. Un cine, una trouppe teatral, algunas orquestas nuevamente formadas, demuestran el esfuerzo de los camaradas, eficazmente secundados por las ardientes Juventudes Libertarias, para obtener y dar a todos aquella cultura que les fue negada hasta la fecha, pese a la "República Social". Se ha formado un grupo escolar, que lleva el nombre del maestro de todos: Francisco Ferrer. 

El visitante, acogido con aquella camaradería y amistad de que son tan pródigos nuestros camaradas revolucionarios de España, va a continuar su ruta, pero antes de dejarle abandonar el pueblo, los camaradas le enseñan una de sus más recientes realizaciones. 

La primera: habiendo hecho, últimamente, una primera aparición en la región la aviación fascista -todavía lejos de Fraga-, procediese inmediatamente a tomar las medidas de precaución, garantizando la seguridad de los habitantes. En todo el pueblo se han construido refugios según los principios más modernos; anotaremos de paso que no hay ningún técnico, ningún especialista, ni en este dominio ni en los otros de Fraga; todo es obra de los propios obreros. La segunda: estos obreros, esta juventud ávida de nuevos conocimientos, han constituido una biblioteca pública. Todos han aportado sus propios libros, los pocos volúmenes que se han procurado difícilmente durante una vida de luchas ilegales; han añadido todo lo que había de algún valor en las bibliotecas de los ricachos que huyeron. Por las salas claras y agradables, conducen al visitante, entre los libros, con una satisfacción bien justificada. Fraga ha dado un buen ejemplo de la organización de una nueva vida por los sindicatos de obreros revolucionarios. 

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