martes, 12 de mayo de 2009

6.- Colectivización de las peluquerías bajo el signo de la CNT


Las barberías antes del 19 de julio

En cada calle, en cada esquina, una frente de la otra, se instalaban las peluquerías, sin control que limitara este abuso. Agravaba la situación la insolvencia de muchos patronos audaces que abrían sus establecimientos instalados a plazos y pensando vivir a costa del obrero peluquero, necesitado de trabajo, y que, acosado por la necesidad, trabajaba en condiciones deprimentes. 

Las peluquerías de afeitar a 0,30 pesetas sin propina habían solucionado la vida de los zánganos acostumbrados a vivir a cuenta del prójimo. De ellas hablaremos en renglón aparte. 

Afeitar a 0,15 y 0,25 cortar el cabello

Un mal espejo, unos paños y un jabón para cien clientes era el ajuar de esos establecimientos llamados "peluquerías". El que hacía de barbero, entraba sin otra remuneración que el cincuenta por ciento de sus servicios. Resultado: que el cliente pobre (otro no acudía a estos establecimientos) que entraba a afeitarse, salía con un eczema en el cutis, etc., y el operario, después de haber trabajado sin tregua ni horas contadas, con un jornal de tres pesetas, con el que no podía comer ni pan siquiera. 

Pero esas barberías abiertas en el foco del distrito V, las hemos visto luego en calles céntricas y populosas de la ciudad, Nou de la Rambla, en las mismas Rambles, Corts, Aribau, Muntaner, etc. No con el precio de afeitar a 0,15, pero sí con el de a 0,30, sin propinas. Estas peluquerías tenían las mismas normas de trabajo: el tanto por ciento y análogas condiciones de higiene para el cliente. Era muy cómodo para el patrono este método de pagar jornales y ya, últimamente, veíamos peluquerías de 0,40 y 0,50 con estas bases de trabajo. 

Las peluquerías de "bien"

En éstas nos ocuparemos únicamente de los jornales y horario, ya que el servicio era perfecto. Cuarenta pesetas con veinticinco céntimos por nueve horas de trabajo diario, era el sueldo semanal del compañero peluquero que tenía la suerte de trabajar. Porque pasaban de trescientos los parados y eran un sin fin los que no percibían más pesetas que las doce, ganadas en un sábado de jornal. La huelga de mayo último, en que se estableció las ocho horas de trabajo y un sueldo de sesenta pesetas, más un diez por ciento al llegar el operario a recaudar las cien pesetas de cajón, permitían que el barbero cobrara un semanal de sesenta y ocho a setenta pesetas. Pero como estas normas de trabajo fueron acordadas con el aumento de precio en los servicios, influyó, de momento, en el pueblo, que acudió menos a las peluquerías, acordando la patronal restringir los días de trabajo hasta limitarlo a tres días por semana. 

En consecuencia, la huelga ganada en mayo hizo que el obrero trabajara tres días semanales con un sueldo de treinta y seis pesetas. Y, entre estas miserias y crisis de nuestra profesión, llegó el 19 de julio. 

Colectivización del ramo de Peluquería

Cuando, en agosto último, el Gobierno de la Generalitat decretó la jornada de cuarenta horas y el 15% de aumento en los jornales, la patronal se vio herida de muerte. Herida de muerte, porque acababa con tanta explotación y con las pocilgas de las barberías del trabajo a 0,15 y a 0,30. Los obreros decididamente intervinieron las peluquerías para estudiar prácticamente el asunto y poder solucionarlo con conocimiento de causa. Vista la marcha y su rendimiento en los quince días de intervención, en asamblea general se acordó ir a la incautación de los establecimientos del ramo por zonas. Esta labor fue tan decidida que, a las cuatro semanas, teníamos en nuestro poder la totalidad de los establecimientos de la ciudad y barriadas. 

Nueva organización

Sobraban establecimientos; la economía de nuestro ramo exigía el cierre inmediato de establecimientos. Y se cerraron novecientos establecimientos con un ahorro de ochenta mil pesetas mensuales de alquiler. 

No hemos dejado más que doscientas cuarenta barberías en total. Y no precisamente las mejor instaladas, sino las que tenían una situación más ventajosa. La instalación no era problema, puesto que el mobiliario de las clausuradas se utilizó para sustituir el anticuado o peor acondiconado. 

En la actualidad trabajan todos los barberos, no hay parados. Más aún, hemos dado trabajo a unos trescientos cincuenta compañeros refugiados; éstos ocupan las plazas de los que luchan en la vanguardia. 

En las doscientas cuarenta barberías abiertas, se trabaja desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche sin interrupción. Cada barbero presta servicio durante seis horas y media, turnándose en estas trece horas dos equipos, el de la mañana y el de la tarde. 

Hemos conseguido trabajo para todos y un servicio más completo para el público. Cada barbería tiene dos delegados, el de la mañana y el de la tarde, que representan a la colectividad y cuidan de la buena marcha de los servicios. Ellos entregan en nuestras oficinas centrales la recaudación diaria, y los sábados recogen el semanal de los compañeros de su barbería, que pagan por la tarde. 

Nuestros jornales

Esta nueva estructuración permitió pagar, a todos los barberos sin excepción, sesenta pesetas en las primeras semanas de colectivización y setenta y cinco en la actualidad. A todos sin excepción, hemos dicho, porque en la actualidad no hay parados en nuestro sindicato. 

Al decir obreros barberos, quedan incluidos con esta denominación común los ex patronos y viudas con establecimientos del ramo. El ex patrón es considerado como un compañero más y como tal trabaja y cobra. Las viudas igualmente cobran un semanal de setenta y cinco pesetas en pago de servicios que prestan dentro de nuestra organización. 

Nuestro propósito

Perfeccionar nuestros establecimientos y crear laboratorios de productos químicos en beneficio del público. Mejorar la situación de nuestros compañeros, puesto que, hasta la fecha, no podíamos vivir. Hoy somos un total de tres mil cien afiliados; en esta cifra van incluidos los ex patronos y viudad que, según hemos constatado, son considerados compañeros. 

La colectivización ha puesto en nuestras manos establecimientos con un valor total de unos cuatro millones quinientas mil pesetas, que sabremos administrar en bien de la colectividad y en provecho de una sociedad más justa y equitativa. Si los antiguos patronos quisieran rehacer hoy sus antiguos establecimientos, les sería totalmente imposible; de muchos establecimientos no quedan más que las paredes y de otros el nombre y el hecho de continuar con las puertas abiertas al público, puesto que han sido totalmente renovados. 

Estos son los datos que nos han sido facilitados en las oficinas del Sindicato de Peluqueros, instalado en la calle del Carme nº44, local que fue sede de la funesta Lliga Catalana. 

Unas oficinas que han organizado los muchachos peluqueros con gran acierto y competencia y en las que despliegan actividades prometedoras en esta nueva era revolucionaria, bajo el signo de la CNT. 

Extracto de la conferencia pronunciada por el camarada Juan Papiol, del Sindicato Único de Barberos, ante el micrófono de Radio E.C.N. 1 CNT-FAI

Contaba nuestra industria con 1.100 establecimientos; y precisamente por este número tan elevado, todos nos debatíamos en la más negra de las miserias. Mil cien establecimientos que representan 1.100 alquileres y otros tantos gastos de luz, con una contribución excesivamente recargada sobre esta industria. Al mismo tiempo, éramos víctimas de todos los suministradores de material propio para nuestra industria, del que se nos cobraba siempre más del trescientos por ciento sobre el coste de su valor intrínseco. Naturalmente, este excesivo número de establecimientos constituía una competencia intestina, que repercutía no solamente en perjuicio de la burguesía, sino de la clase trabajadora de esta industria que, ni de una forma ni de otra, podía exigir reivindicaciones económicas; porque la industria, en virtud de su infinita ramificación, no daba el suficiente rendimiento económico. 

Después de remunerarnos con un jornal precario, nos veíamos obligados a tener que emplear cerca de cien pesetas en herramientas y gastar semanalmente 1,50 pesetas en las mismas, ya que las casas suministradoras y los corredores, o sea intermediarios, hacían buena presa de nosotros. Era la nuestra una industria completamente desvalorizada, en la cual la burguesía de la misma estaba completamente incapacitada por lo que al orden económico se refiere. En el orden moral, su insolvencia no tenía calificativos. Así, pues, en la forma en que se desarrollaba nuestro orden económico y moral no había más solución que colectivizar todos los útiles y elementos de trabajo en beneficio equitativo de todos los que trabajaban en esta industria; pues hay que advertir que existía un centenar de patronos, verdaderos explotadores, negreros modernos, que con su expoliación sacaban un rendimiento de trescientas cincuenta a cuatrocientas pesetas semanales. 

De acuerdo con los camaradas de la Confederación Nacional del Trabajo, concebimos el siguiente proyecto: reducir los 1.100 establecimientos a 200, lo cual supone una economía de 100.000 pesetas de alquiler, más 30.000 pesetas de luz y una reducción considerable en la contribución. Son cerca de 150.000 pesetas lo que mensualmente resulta de la reducción de estos gastos, colectivizando nuestra industria. Son, pues, 150.000 pesetas, que pasan a beneficio del esfuerzo de los trabajadores barberos, resolviendo no solamente su apurada situación económica, sino que al mismo tiempo damos solución a uno de los problemas más candentes y más difíciles: el del paro forzoso, que lo hemos resuelto de una forma definitiva y sólida. En nuestro sindicato no hay parados; en la clase barberil no hay un solo trabajador holgando por falta de trabajo. 

Las 235 barberías que han quedado, ocupan a todos los barberos que estaban trabajando y a los que, por falta de trabajo, se debatían entre los tentáculos de una miseria asesina. Como todos los grandes proyectos, el nuestro, por la magnitud de su envergadura, no podía por menos de tropezar con las dificultades naturales del caso. 

En primer lugar, la organización de un sistema de administración de suministros de material de peluquería, que es algo que no puede establecerse en veinticuatro horas, pero que puede improvisarse y dar tiempo a que pueda estructurarse la organización perfecta del sistema administrativo que ha de regular nuestra vida social, económica y moral. También hubo que contar con los reacios, con los que por inconsciencia y falta de educación social y por falta de conocimientos económicos al mismo tiempo que por carecer de espíritu idealista eran refractarios a identificarse con nosotros en este nuevo sistema de trabajo que acabamos de establecer. Consecuentes de nuestros postulados básicos, de la finalidad suprema de la Confederación Nacional del Trabajo que consiste en la supresión del patronato, nosotros hemos expropiado, pero expropiado de una manera auténtica a la patronal de nuestra industria. No hemos indemnizado absolutamente nada; únicamente hemos reconocido el derecho al trabajo a todos los patronos. Al incorporarlos al nuevo sistema de trabajo, únicamente queda el hombre, al que reconocemos su derecho a la vida. 

El producto del trabajo se reparte con una igualdad absoluta. En nosotros no hay categorías; todos cobramos lo mismo. En el orden moral, todos también, tenemos los mismos derechos y los mismos deberes. Ha sido la mayoría de los trabajadores quienes han determinado la realización del proyecto. A pesar de algunas dificultades, el trabajo colectivo va consolidándose, perfilándose ya el más brillante de los éxitos y el más recio de los triunfos. 

En la producción común, hemos superado en un 40% el jornal. En el orden moral, las relaciones entre todos los trabajadores han adquirido tal grado de elevación que hace concebir la esperanza de que en breve habrá invadido el corazón de todos los trabajadores, la realidad de nuestro ideario anarquista. 

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